jueves, 16 de diciembre de 2010

Chapter One

Vacía, una bolsa de palomitas, apoyada en una lámpara gris que tiene como fondo una pared salpicada. A su izquierda una pantalla. Las palabras fluyen en una página en blanco. No se escuchan teclas presionar. Frente a la pantalla, presionadas por el aire saltan y brincan creando una melodía visual que solo ellas ven. Saben sin saber, siendo siempre desdichadas, que sorprendidas por soplos, dedos, puños, manos, son presionadas a susurrar palabras que sin saber que significan escriben y escriben sin cesar. Y dos, dos son las manos que deberían estar y no están revoloteando sobre ellas. Solitarias presionadas por la nada, ¿qué escriben? La mirada se dirige a la pantalla y donde había tan solo una página en blanco ahora:
“Te mataré, no importa donde o cuando. ¡Te mataré!”
La luz de un día soleado se abría paso por entre las ranuras de una persiana a medio cerrar. Creando espacios soleados en una sábana blanca, y parte en un rostro boquiabierto. Uno de los espacios iluminados descansaba en ese momento sobre uno de los párpados que cerrados fuertemente parecían gritar “¡Despertadme, mi sueño ha llegado a un callejón sin salida y me veo rodeado!”. Y se abrieron de par en par, de repente, como si hubieran escuchado gritar estas líneas. Tras ellos, unos ojos azules, con tonos verdosos de cuando en cuando, aparecieron, asustados, calibrando enfoque y luz, desorientados, mirando al frente. Se incorporó cuando su mente despertó y vio que estaba otra vez en una pequeña habitación, en la suya, la normal, sin teclas solitarias, en la de siempre. Poco iluminada.
Le extrañaba haber dormido tanto y tan bien.

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